Se sintió intimidado desde el primer
momento en el que el mayor se bajó las gafas de sol para clavarle la
mirada. Kris había pasado frente a él en el auto descapotable del
Señor del País, en el desfile que se realizaba todos los años en
conmemoración al nacimiento de la Nueva China. Una más libre, menos
contaminada, más verde. Recordaba ese día perfectamente.
Estaba trabajando en el mismo
restaurant de siempre. El recinto se encontraba casi repleto y los
meseros no daban a basto. A él le tocaba preparar el café,
decorarlo y ponerlo en las bandejas para que fueran servidos. El
bullicio del lugar se alzaba cada vez más y más, haciendo que le
doliese la cabeza horrores. Necesitaba hacer una pausa. Susurró un
suave “ya vengo” a sus compañeros de trabajo que lo miraron con
los ojos abiertos, en un reproche silencioso. Se quitó el delantal
para ingresar al baño especial para las personas que trabajaban
allí, y justo cuando estaba abriendo la puerta, sintió esa mirada
frívola sobre él. Volteó la cabeza y se clavó en sus ojos cual
sombrilla en la arena. El corazón comenzó a latirle muy rápido y
la sangre pronto se agalopó en sus mejillas. Ingresó rápidamente
al baño y abrió el grifo del agua para dejarla correr en un intento
desesperado de que aquello le calmase los nervios.
Muchas veces había soñado con aquella
mirada, con aquel día. Cada vez que Kris aparecía en la tele, él
se le quedaba mirando hipnotizado por su belleza. Pero allí, en el
baño, se quería autoconvencer de que el cruce de sus miradas se
debía solamente a una pura casualidad y nada tenía que ver con una
causalidad. Respiró hondo y, para cuando exhaló el aire, la puerta
del baño se había abierto y cerrado nuevamente. Asustado por la
intrusión giró el rostro para posar su mirada en la persona que
había interrumpido sus cavilaciones.
Wu Kris le devolvió la mirada.
-YiXing, ¿Verdad?- su voz era gruesa,
firme. Limpia. En sus labios, las palabras no eran más que palabras.
Una simple pregunta que hizo que todos sus sentidos se pusieran
alerta de un instante a otro.
-¿C-como...? Sí- dijo rápidamente.
Estaba hablando con el consejero más importante del presidente, la
inseguridad, las dudas, cuando hablabas con alguien así esas cosas
no podían existir. Tragó saliva y se puso firme, dispuesto a
devolverle la mirada.
-Perfecto. Entonces eres a quien yo
estaba buscando.
Y sin más, Kris se acercó a YiXing y
le besó. El más bajo le respondió a los pocos segundos de que
entendió lo que estaba pasando. Sonrió sobre los labios ajenos y
enredó sus brazos sobre el cuello contrario y, de un salto, enroscó
sus piernas al rededor de la cadera de Kris. Sin perder tiempo, éste
empujó al más pequeño contra la pared y comenzó con sus manos a
recorrer el cuerpo de YiXing. Durante muchas noches, Kris había
visto en sueños a aquel pequeño muchacho de mirada amable y dulce
que había cruzado con la suya en el desfile de ese año. Y habían
sido esos sueños los que le habían mantenido cuerdo durante las
épocas de mayor estres. Había rastreado su paradero y por fin lo
tenía entre sus brazos. Aquel pequeño ser de luz.
-¿Te molesta?-le preguntó el mayor
mientras besaba el cuello de YiXing. Éste elevó la cabeza para
dejarle más espacio. Para que mordisqueara, para que le marcara.
-¿Qué cosa? Mi señor-Kris paró en
su acción para volver a sus labios y besarlo con la passión que le
desbordaba el alma al escuchar esa oración.
-Lo que estoy haciendo, pequeño.
-YiXing le agarró de los cabellos y con la mano que le quedaba libre
comenzó a acariciarle la espalda.
-Yo también lo he estado esperando, mi
señor-le sonrió con malicia, tomando el rostro de Kris con ambas
manos, besándole de manera dulce y acompasada- Desde el día en la
plaza. He visitado el oráculo y me lo ha dicho...
-Tenemos costumbres muy malas, pequeño
YiXing -comenzó a decir. Deshizo el abrazo que tenía sobre sus
caderas y acorraló al pelinegro nuevamente, soltandole el aliento en
los labios ajenos-El no saber esperar por el mañana e ir a preguntar
qué va a ser de nosotros... Este día estaba escrito.
-Lo estaba, y me he preparado. -su voz
sonaba dulce, tan dulce como Kris la había imaginado en sus sueños.
No se hicieron esperar más. Las manos
de Kris, con mucha experiencia previa proveniente de intentos
fallidos de pareja, acariciaron la piel de YiXing por debajo de sus
prendas. Lento, suave, disfrutando del contacto de la piel con la
yema de sus dedos, guaradando en su memoria cada tramo de recorrido.
Se sentía como un misionero sobre esa piel, explorando rincones de
la tierra prometida por Dios. Era exquicito. Pronto la parte superior
del cuerpo del pequeño quedó desnuda frente a la penetrante mirada
de Kris, e YiXing pensó en lo poco arrepentido que estaba sobre la
visita que le había hecho al oráculo y lo muy feliz que se sentía
de estar encerrado en el mismo baño con su señor. Los escalofríos
subían y bajaban por su columna vertebral como si fuera una
carretera. Con cada roce, sutil o bruto, los escalofríos pasaban
como autos sin freno y con el acelerador hasta el fondo. Llegó un
punto, entre caricia y caricia, que olvidó quien era y qué estaba
haciendo.
Kris se encargó de dejar desnudo a la
persona que tenía frente a él y le besó cada rincon de piel
disponible a la vista. Sonrió para sí mismo y se dijo que no podía
haber sido más inoportuno con el momento y el lugar, pero al diablo
con todo el mundo. Se arrodilló en el suelo con dificultad, puesto
que sus pantalones de cuero no le permitían tales movimientos, pero
hizo caso omiso y con mucho cuidado y respeto, comenzó a acariciar
la entrepierna del más pequeño que parecía ido. Lo hizo con
sutileza para ir aumentando el ritmo paulatinamente. No sabía cuánta
experiencia tenía el pequeño, así que lo hizo con toda la
paciencia que su entrepierna, ya dura, le permitía tener.
Le pareció oír el ruido de un coro de
ángeles proveniente de la boca contraria en el momento que él
introdujo su miembro en la suya, acariciandolo con su lengua. A Kris
le estaba costando horrores mantener la cordura; le hubiese gustado
llegar, estamparlo contra la pared y haberle hecho el amor de manera
brutal, como conocidos de toda la vida. Pero le hubiese parecido un
acto vacío tanto para él como para el otro no tomarse el tiempo de
conocer sus cuerpos, aun que sea un poco. La brusquedad no era
precisamente su estilo.
Una vez que sintió el miembro duro del
otro volvió a sonreír para sí mismo y subió en una hilera de
besos hasta la boca contraria. Cuando sus ojos se encontraron luego
de haber finalizado el beso, Kris pudo verse reflejado en los ojos
del otro. Como dos almas que se encuentran en el momento justo,
haciendo lo que deberían hacer.
-Te toca a ti- le susurró el mayor en
el oído.
Era como si ellos dos estuviesen solos
en el mundo, la paz y la lentitud con la que hacían aquello no era
propia del lugar en el que lo estaban haciendo. El ambiente,
sobrecargado de armonía, hacía lucir al baño como un jardín de
flores. YiXing tenía un poco de experiencia, la justa y necesaria
para no quedar tan mal frente a su señor. Así que se agachó en el
pasto y desabrochó el pantalon contrario mientras no le quitaba los
ojos de encima al propietario. Lo bajó con dificultad. El cuero se
pegaba a la piel y no resvalaba, pero en vez de reirse, decidió
tener paciencia y hacerlo lo más sensual que podía. Con los
pantalones se llevó el boxer. Tomó el miembro de Kris entre sus
manos y lentamente se fue acercando a el con sus labios. Antes de
tomar partido, le tiró un par de veces su aliento, produciendo que
el mayor le pusiese una mano en el cabello y se lo comenzara a jalar.
Luego empezó con el va y ven de su cabeza, tocó sus testículos y
los apretó para producirle más placer. Mordió y succionó la
punta, tan blandita como marshmallow. Le pasó la lengua como si
fuese un caramelo, disfrutando, extaciado. Llegó un punto que ni
siquiera él pudo soportar la sensualidad de su acto y comenzó a
masturbarse suavemente, pero increimentando el ritmo de sus
lametones.
Llegó un momento en el que Kris se
hartó de tanta serenidad, tomó a YiXing por los hombros, lo estampó
contra la pared sin piedad y le besó desenfrenadamente. Bajó su
mano, fue más allá de los testículos del pequeño y buscó su
entrada. YiXing se lo esperaba pero no pudo evitar lanzar un gemido
débil de sorpresa cuando el mayor introdujo el primer dedo. Conocía
la sensación de incomodidad y por eso le hizo caso omiso a ella. Se
centró en disfrutar como se movía buscando la preparación
perfecta para lo que llegaría después.
Kris, con la poca conciencia que le
quedaba, se deshizo de sus zapatos y de lo que le quedaba de ropa,
estando finalmente libre de toda atadura. Cuando los gemidos de
YiXing comenzaron a alzarse y a escaparse de entre sus besos, él
supo que ya estaba preparado. Lo volteó con la misma violencia con
la que lo había estampado contra la pared, con el corazón acelerado
frente a la expectativa de que finalmente iba a saciar la ansiedad
que lo había estado embriagando desde que cruzaron las miradas.
Apoyó su pecho sobre la espalda contraria y, lentamente, fue
introduciendo su miembro en la estrecha entrada de YiXing.
-Ahh...- soltaron los dos al mismo
tiempo, disfrutando. Se quedaron unos instantes quietos, y, cuando
menos se lo esperaba el pequeño, Kris comenzó a embestirlo.
YiXing trataba de sostenerse de la
pared lo más que podía, pero a medida que las embestidas subían el
ritmo se le hacía más difícil. Las piernas le temblaban y tenía
que mantenerse en puntitas de pie para que la posición fuese un poco
más cómoda. Además, que los gemidos fuesen también cada vez más
altos y más difíciles de controlar no le estaba ayudando en nada.
Pero, Dios, que delicioso era tener a Kris dentro de él. Que placer.
Todos los sentidos se le nublaban como el cielo en un día de lluvia.
Le parecía imposible abrir los ojos y cerrar la boca.
-No te reprimas, por favor, pequeño –
le susurraba Kris con la voz entrecortada mientras que subía su mano
a la altura de los labios de YiXing para que jugase con sus dedos. La
lengua se los recorría de arriba abajo y le daba pequeños
mordiscos, provocando que Kris se exitace más y más. YiXing no
retuvo ni un sólo gemido más.
De repente el mayor salió de dentro
del pequeño, sólo para giararlo y susurrarle un “subete,
pequeño”. YiXing volvió a abrazar las caderas de Kris y éste
volvió a embestirlo. Pero ahora tenía paso libre para mordisquearle
el cuello, lamerselo y marcarlo. Era de él, era su destino. Kris ya
no aguantaría mucho más, asíque aceleró el ritmo lo más que
pudo. Con mucho esfuerzo sacó una de las manos que le ayudaban a
sostener a YiXing y comenzó a masturbarle para que él también
llegase al orgasmo. Al cabo de un rato lleno de gemidos, besos y
lametones, ambos llegaron juntos.
Al instante se desplomaron en el suelo
cansados, empapados por el sudor. Kris fue el primero en levantarse.
Se lavó el rostro (tuvo que sostenerse del lavamanos porque estaba
mareado) y se vistió, maldiciendo nuevamente sus pantalones de
cuero. Antes de salir del baño, le dirigió una vista rápida a un
YiXing que sostenía su ropa intentando en vano taparse, tenía
además las mejillas hermosamente sonrosadas. Le sonrió.
-Volveré a visitar al oráculo-su voz
sonó firme, limpia. Como si en realidad nada hubiese pasado. -Quizás
debas hacer lo mismo. Será casualmente el catorce de febrero. Veamos
que nos depara el futuro – y sin decir una palabra más, abandonó
el baño.
YiXing rió fuerte y tendido durante un
rato largo. Porque, a fin de cuentas, sólo había un oráculo en la
ciudad.
Se levantó sonriendo como un idiota,
algo mareado, pero no le importó. Que Kris le hubiese dicho eso sólo
dignificaba una cosa.
Le había invitado a tener una cita. El
día de los enamorados.
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